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09 de septiembre 2016

Dictadura: las secuelas de Francisco Castro

La dictadura militar en Chile dividió al país de manera tangencial y dolorosa. La violación a los Derechos Humanos fue la protagonista.  Quienes sufrieron la represión fueron asesinados, desaparecidos o desaparecidas; muchos de los sobrevivientes cargan aún con las heridas de la época, que no han podido cerrar. Este es el caso de Francisco Castro (50), quien en esos años, producto de un baleo quedó parapléjico.

Por Catalina Ellies

Francisco Castro estudiaba auditoría en el DoucUC, era presidente del Centro de Alumnos de su carrera y militaba en las Juventudes Comunistas (JJ.CC.). Sabía que en la dictadura, la Central Nacional De Inteligencia  (CNI) lo estaba siguiendo, pero no prestó mayor atención, no pensó que fuera algo peligroso. En diversas oportunidades vio a sus persecutores. Hasta el día de hoy recuerda sus caras.

Le allanaron la casa dos veces. La primera no hubo violencia, sólo registraron y se llevaron un ejemplar de la Revista Cauce que habían censurado, pero que él había alcanzado a comprar. En su velador tenía el libro «Así se templó el acero», que trata sobre la Revolución Bolchevique, pero ni  lo miraron.

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Foto de Francisco en su moto, antes del baleo

El 26 de julio de 1985, tres días después de su cumpleaños número diecinueve, volvieron a allanarle la casa, pero él no estaba. Su hermana estuvo desaparecida tres días, no sabe si estuvo en el Cuartel Borgoño o en investigaciones frente a la Cárcel Pública, se llevaron preso a su papá, quien estuvo algunos días detenido pero luego lo soltaron. A su madre no le hicieron nada.

Mientras allanaban su casa, Francisco Castro iba en camino a estudiar donde una compañera. Eran las nueve de la noche y en la calle Vivaceta comenzó la persecución. “Era claramente un atentado, querían liquidarme, me persiguieron y me dispararon. Yo fui el único que cayó y como vieron que había quedado vivo me acusaron de haber disparado contra ellos y me detuvieron”, comenta. Producto del disparo quedó con una lesión medular que lo dejó parapléjico. Todavía tiene la bala en la columna, porque le dijeron que iba a ser mucho más riesgoso sacársela que dejarla ahí, el daño ya estaba hecho.

Castro nunca tuvo un arma en su mochila, sólo libros, tal como constataron al momento de revisarlo, sin embargo insistieron: era su palabra contra la de ellos y fue imputado por transporte y tenencia de artefactos explosivos, bajo la Ley de Seguridad del Estado de la dictadura.

Entrar y salir de prisión

Estuvo meses en prisión. Al ingresar lo torturaron para que diera información y luego fue trasladado para ser rehabilitado en el Hospital José Joaquín Aguirre. “Lo de menos en ese momento para mí fue haber quedado con una discapacidad. Estaba preso y seguían matando a gente afuera, lo más importante era salir de ahí, ganarle a la represión de la dictadura, saber cómo estaba mi familia y ayudar a mis compañeros. Fui muy bien tratado por el personal médico del hospital, no me puedo quejar. Fue uno de los pocos lugares donde me trataron como por lo que era, una persona, casi un niño y no un terrorista”, recuerda.

Le dieron libertad bajo fianza con la excusa de que se habían agotado las diligencias y  le dijeron que continuara la rehabilitación por su cuenta. Tiempo después, el día anterior al plebiscito del 88 que derrotó la dictadura cívico militar, detuvieron a algunos de sus compañeros. Él iba manejando por la carretera norte-sur en dirección a su casa cuando la Policía de Investigaciones lo volvió a detener por transporte de armas. Nuevamente sin ninguna prueba.

Fue trasladado al Cuartel Central de Investigaciones en General Mackenna, donde empezaron los interrogatorios con golpes en la cabeza y en general en todo el cuerpo, amenazándole de que si no hablaba perdería todas las uñas. Se le negó la posibilidad de ir al baño durante muchas horas. Lo golpearon en reiteradas ocasiones y le pusieron vendas en los ojos.

Le preguntaban por unas armas, las que nunca vio ni supo de su existencia. Se le obligó a firmar una declaración por medio de golpes y sin poder leer su contenido. El mismo 4 de octubre fue trasladado al hospital de la Penitenciaría (dada su condición) donde estuvo incomunicado durante ocho días en una celda, con una infección urinaria y semiinconsciente con drogas.

En 1989 salió en libertad por falta de méritos, quedó con orden de arraigo por meses y le dieron la salida previo pago de fianza. Ese mismo año, se fue a vivir a Noruega con Carmen Gloria, su hermana y no pudo volver a Chile hasta el año 2003. Cuando querían reunirse con sus padres viajaban a Cuba y se juntaban allá. Con Carmen Gloria, siempre tuvo una relación muy cercana y especial, tenían once meses de diferencia y se criaron como si fueran mellizos. Hace tres años, ella falleció producto de un aneurisma cerebral.

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Foto de Francisco y Carmen Gloria cuando niños

El 2006 lo absolvieron y volvió a Chile, “estaba desesperado por volver a ayudar y apenas me dijeron que la causa estaba prescrita, antes de que la confirmaran yo ya venía de vuelta y por «apurete» me retuvieron en el aeropuerto y declararon la causa prescrita».

El cambio de vida

Francisco Castro vive en Stavanger,  Noruega, con su pareja con quien lleva doce años de relación y su perro. “Fue un cambio grande el tema de la discapacidad, de un día para otro empecé a necesitar ayuda para cosas que hacía antes con mucha facilidad, pero fue un proceso de aprendizaje junto a mis más cercanos, mis amigos y mis familiares. Lograr la independencia gracias a ese apoyo fue fácil, siempre fui fuerte así que me adapté rápido”, dice.

Se tituló en Noruega de ingeniero civil en informática y trabaja en el departamento de Informática del Servicio Hidrográfico, el equivalente al Instituto Geográfico militar de Chile (IGM). Al principio, su vida allá fue difícil, por estar tan lejos de la casa, la familia y los amigos y no poder volver. Castro cree que Chile ha avanzado bastante el último tiempo en temas de inclusión y accesibilidad, no está tan desarrollado como Noruega, pero sí ha avanzado bastante en poco tiempo. Cuando chico andaba en moto, ahora anda en una can-am Spyder, una motoneta que le permite hacer los cambios con las manos “soy parte de esa pasión burguesa como le llaman”, agrega.

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Foto de Francisco y su perro sobre una de las dos motos que usa en la actualidad

Francisco Castro recibió una beca Valech.  Puso una demanda civil en contra del Estado de Chile hace varios años, antes de que se impulsara la Reforma Procesal Penal, que no ha tenido resultados y una querella en contra de Augusto Pinochet, junto a otras doce personas más, por «la ejecución del plan criminal sistemático de detenciones ilegales, secuestros, desaparición forzosa de personas, torturas; utilizando éstas como instrumento de Política de Estado diseñado por Augusto Pinochet Ugarte y otros».

Actualmente en Noruega, participa del grupo de solidaridad para América Latina, con quienes conmemora los años de dictadura, como cada 11 de septiembre. Este año quieren proyectar una película en un pub. “Cuando murió el tirano, lo celebré, por todo el dolor que me causó y sin nada en mis antecedentes delictuales como me lo imputaron en algún momento. En esta fecha, no puedo dejar de acordarme de Chile, desde julio empiezan los recuerdos todos los años, cuando allanaron mi casa, hasta septiembre. El recuerdo de todo está latente y cada vez que me acuerdo me dan muchas emociones pero sobre todo rabia», reflexiona.